Es, probablemente, una de las inmersiones más espectaculares de los fondos canarios por sus insólitas formaciones rocosas y por su belleza paisajística. Situada a escasos 20 minutos de navegación desde el muelle deportivo de la ciudad, se presenta como un macizo rocoso que cae desde los 6 m hasta los más de 40 m de profundidad. Está compuesta por multitud de formas, más propias de una catedral que de un fondo submarino: sus tragaluces, sus túneles, su gigantesco arco o su enorme bóveda de cuatro entradas, justifican el nombre por el que se conoce a este conjunto. Su complejidad es tal, que necesitaremos varias visitas para recorrerla en su totalidad; además, es una inmersión que no nos cansaremos de repetir.
Todo tipo de organismos de vistosos colores cubren, a modo de tapiz, los techos y paredes de sus cuevas. Además, los juegos de luces y sombras así como la grandiosidad de las estructuras, hacen de ésta una experiencia mágica.