El «Arona» fue un gran mercante español que habitualmente navegaba entre las Islas Canarias, transportando todo tipo de mercancías. Hoy, yace escorado sobre su costado de estribor a una profundidad de 35 m sobre el fondo arenoso. En 1972, se produjo un incendio en la sala de máquinas y, tras la evacuación de toda la tripulación, se intentó remolcar hasta el puerto. Cuando sólo quedaban 2 millas para llegar al destino, se hundió. Este gran carguero de 100 m de eslora y de 15 m de manga se encuentra azotado por las tormentas, que han barrido su puente y han abierto entradas en la parte superior de su casco. Anclado en mitad de la arena, se ha convertido en refugio de una gran diversidad de vida marina, albergando grandes bancos de bogas, fulas blancas e, incluso, roncadores.
En sus bodegas, al refugio de la luz, podemos encontrar cantidad de pequeños coralitos y anémonas. La cubierta y sus grandes torretas son puntos obligatorios de visita, ya que presentan una amplia gama de colores que las adornan. El hecho de estar posado en una zona de frecuentes corrientes, ha favorecido la formación de gorgonias y de esponjas que dan color al metal.